miércoles, 19 de enero de 2011

ARGOT DE PÚAS

ARGOT DE PÚAS

Ladrona de mis sueños lenguaje de mi ciudad.
Escucho tu canto y no es de aquí.
Grito desmembrado. Aullido desesperado.
Poseída das vueltas en la cama. ¡Caja negra! Gritaste.
Le pusiste tu nombre: Chingue.
Lo despiojaste poniéndolo en tu pelo; lo lavaste
Le quitaste su olor natural.
Lo desnudaste como hijo y amante.

Acomodado a tu lado enterraste su rostro en tus tetas.
Chingue sudó entre tus senos. Gimió su lozanía.
Se pasó a mi lado y se me paró el pico.
Chingue tuvo un acto solemne, me lo agarró abrazándote.
Morí envidioso de tu sostén.
Me vi en los pliegues de tu pezón.
(El olor de la leche y el sudor de la noche desarmaba la costra del pezón.)
La suciedad de la espera chupaba el sueño.
Te había amarrado a mi vértigo. Fui el velador
De la vela prendida. Te succioné y Chingue exague,
Chupó la costra abriendo una fisura.

El argot destrozaba tu lengua nómade y en el rumor de la
Calle tu pezón agrietó el territorio.
El sueño de un don nadie se amarró a nuestro destino.
Un hedor pestilente fue nuestro interruptor.
Sentí su vaho en la madrugada.

En las tardes estivales el puerto olía a Chingue.
Las pensiones olían a Chingue.
El motel olía a Chingue y el burdel de Panquilemu,
Era el chancro de la carretera.

Olfateando lo llevabas a tu vera. Su hedor fue sublime.
Los dos arrullados menguaban sus quimeras. Los piojos
Circulaban en tu cuello.

La costra supuraba entre los piojos. Chingue te chupaba con tesón.
Aquietados frente a la caja negra, se arrullaban.
Para no olvidar el presente inventaban trabalenguas.

Chingue preguntaba por la geografía.
Sobrevino el duelo y enmudeciste. Los ruidos de Chingue
se perdieron entre tus gestos, fijaron nuestra distancia.
Sin decirnos nada te vestiste de funeral. Y te quise.
Lucía cada pelo un brillo distinto cayendo al más allá,
Destellando a la luz de las sombras.
Gallina negra y rural en el nauseabundo gallinero de la polis.
Revueltas cerdas en ondas carreteras.
Tus ojos contenían la emoción de un placer temprano.
No era una zona superada. Recóndita aguardaba tu bastardo.
Tus canas fulguraban las cenizas de nuestro fango.
Un abismo de maldiciones las iba opacando.
Apretados horadamos el hueco.

Viajé memorioso recorriendo a pie nuestros pantanos.
Estirpes lejanas regresaron despiadadas: Tres rosas amarillas a los pies de Chejov. Canicas transparentes juego de nuestros presidios. Las montañas y el mar de los poetas en un paisaje petrificado.
Una muñeca lanuda, ora que ora en el portal.

Vivimos infiernos como lugar preferido hacia una muerte segura. Mi respiración
Gorjea aullando tu nombre del instante. ¡Urraca! Y dejándome llevar en tu garra
Derecha murmuré incoherencias en tu oído izquierdo.

Dormida entre tus brazos una zona de guerra fijó nuestras fronteras. Husmeabas
vestigios  del sudor de días. Y escondías el eco de una voz fallada. Sello postal de algún envío. Una letra soluble nos borraría.

Se interrumpió nuestro movie, “Locos de amor” se interrumpió nuestro movie. Un extra ilumina la pantalla. El extra inmovilizó nuestro movie. “Locos de  amor” Un extra entró en nuestras vidas y nos empañó el movie. Un extra entró en nuestras pesadillas. Un extra nos disparó en la cama.

Nadie ha reclamado este cadáver. Sombra de una fisonomía ardiente.
Pálida, palafito sureño, chancro lustroso.
Perfil sombrío que no deja huellas. Hoyos congelados
En lata fría mohosa agujereada. ¿Es mío este cadáver?
 Sí, musité apasionadamente
Ahí va la novia que nunca fue. Ahí va la hija que nunca fue.
Allí va un cadáver importante.
Unidos de la mano con el hijo que nunca tuve.
Y si hubiese sido la madre que hubiera querido, habría tenido a quién enterrar
Como toda familia chilena, y de no ser así, tal vez hubiera visto de reojo, para echarme en cara que he dado sepultura a un desconocido.

Nadie me puede acusar de haber vivido con un desconocido,
y haber tenido hijos desconocidos, y estos hijos tener padres desconocidos.
Aquellos que nunca se conocieron en un país desconocido, y todo lo que nos ronda.
La casa que no tuvimos y que la propaganda nos adiestró a soñar, seguros de nuestras miserias. Durmiendo juntos abrazados a Chingue en nuestros cobertizos.
Chingue que va en nuestro entierro de pareja fracasada. De familia fracasada. De mezcla fracasada.

Se interrumpió nuestro movie. Un extra iluminó la pantalla.

Apreté slow.



Olla papito, anoche fuimos reventados por el fuego, olla papito, tengo la cosita roja, y ele, ele mucho.


1 comentario:

  1. es un poema muy vívido
    me has retraído a mi infancia
    he recorrido mis pasajes donde crecí
    con esa premura de la necesidad
    población y rudeza

    saludos desde Maipú
    te dejo mi blog
    http://dondeperderse1.blogspot.cl

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